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Si queremos crear una humanidad mejor, debemos dejar de juzgar, de crear juicios.
Debemos ayudar a las personas a ser conscientes.
No debemos dar una consciencia a la gente, es suficiente con darles conocimiento.
Te pueden ser dadas ideas estúpidas y tú las llevarás contigo durante toda la vida.
Las personas deben actuar en base a su conocimiento, no según unos mandamientos, no en base a reglas establecidas por otros, dado que, en este caso, ellos vivirán como esclavos.
Y es así como la humanidad ha vivido hasta hoy.
Aquí, mi esfuerzo por ayudaros a abandonar vuestra consciencia, por eso todas las religiones pueden estar en contra.
El juez está al servicio de la sociedad en la que vosotros habéis sido criados.
Por eso existen tantos juicios como culturas, sociedades, religiones o ideologías.
Viceversa, el testigo es único, no existe diferencia entre un cristiano, un musulmán o un budista.
El testigo es solo uno.
El testigo no te es dado por la sociedad: es el despertar de tu alma, es conocimiento.
Como testigo no condenas, no culpabilizas y al mismo tiempo no muestras signos de aprecio: no evalúas mínimamente, no dices nada.
Os limitáis a observar.
En vuestra mente fluye un pensamiento. Os limitáis a mirar como reflejo en un espejo. No decís que es bueno, ni que es malo, no le dais ninguna etiqueta.
Os limitáis a verlo llegar, lo veis detenerse frente a vosotros, para luego irse.
No hacéis ningún comentario sobre lo que es: un testigo es conciencia que reflexiona en estado puro.
Los jueces son muchos, el testigo es único, si el cristiano se convierte en testigo, será idéntico al musulmán, al hindú cuando este se haga, él mismo, un testigo.
A menos que realicéis un gran esfuerzo por despertaros a vosotros mismos, permaneceréis siempre encerrados en la ideología que os dominará y en el deseo de juzgar siempre todo y a todos: se trata de una estrategia de la sociedad para imponeros su dominio.
Te puedes iluminar, volviéndote más consciente, siendo un testigo más lúcido.
Sed menos jueces y más testigos, cuando te haces testigo y no juzgas, dejas de juzgar a los demás, pero sobre todo a ti mismo.
Esto os hará más humanos, más conscientes, más comprensivos.
El hombre que se juzga continuamente, inevitablemente juzgará también a los demás, ¡más que a sí mismo!
Será cruel, será duro con ellos… si se condena a sí mismo por algo, culpará a los demás todavía más.
Buscará continuamente los errores; nunca conseguirá ver la gloria de vuestro ser humanos.
Se preocupará demasiado de las nimiedades, de banalidades.
Se centrará demasiado en las acciones superficiales.
Un testigo se hace un espejo, sigue observando.
El milagro es este: si consigues observar la mente, sin convertirte en juez, en breve irás más allá de la mente.
Son tus juicios los que te hacen esclavo de la mente: te gusta una cosa y te aferras a ella; otra cosa no te gusta y lo tiras lejos.
De este modo, te quedas atrapado, eres enredado por la mente y te identificas con ella.
De hecho, vosotros no sabéis qué es la verdad, ni qué es el bien, ni qué es lo bonito; todo lo que sabéis lo habéis cogido prestado, todo lo que sabéis es lo que la sociedad os ha dicho.
Y desde hace siglos, la sociedad sigue repitiendo las mismas cosas.
La sociedad no está iluminada; todavía no existe una sociedad iluminada, sino individuos iluminados.
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